jueves, 21 de febrero de 2013

Un capítulo del libro. De muestra

Para aquel que tenga curiosidad por saber cómo son los cuentos, publicamos aquí uno de los capítulos del libro. Puede leerse sin conocer la trama. Aunque tiene más gracia en el contexto del libro. 

En la primera entrada de este blog está puesto también el Prólogo.


CAPÍTULO XXIII. EL VAMPIRO

Multitudes hambrientas correteaban en torno a la gran pirámide en la que Tahans se encontraba. Encaramado en la cúspide con un gran saco de pienso compuesto y una pequeña pala de coger frutos secos les iba lanzando alimento a quienes consideraba más dignos de recibir tal dádiva.

De pronto, bajó de las estrellas una gran luz de la que podría decirse que era boreal. Conforme se acercó pudo distinguir que se trataba de una gran plataforma vibratoria en la que viajaba una famosa hechicera, a la que él no conocía, proveniente de otra dimensión o de un vórtice intertemporal. Venía vestida con una especie de túnica de corte imposible que dejaba ver partes aleatorias de su cuerpo en una mezcla de erotismo y decadente modernidad. Se diría que montara en una corriente de puro frío estelar. Cuando llegó a su altura en la cima de la pirámide, le sonrió y le preguntó al oído: “¿Por qué me haces esto?”.

Tahans despertó sobresaltado. Tenía un tremendo frío, pero había una sensación que era aún mucho más incómoda, como un dolor punzante y profundo en el cuello que, tal vez, estaba causado por el vampiro que tenía en ese momento amorrado a su yugular.

–Hola. Esto… perdona. ¿Qué estás haciendo? –dijo Tahans.
–Ah, hola. Te estaba chupando un poco la sangre –dijo el vampiro– ya lo dejo.

El vampiro cogió una silla y se sentó en la cabecera de la cama de nuestro héroe. Estaba muy pálido y vestía de negro. Llevaba una corbata de cowboy con una cabeza de centauro. Iba peinado hacia atrás y se daba un aire a Travolta. Parecía amable.

–Tu sangre es de las mejores que he probado –dijo el vampiro para romper el hielo– aunque no es muy sana ni equilibrada.
–Gracias. Se hace lo que se puede. No sabía que los vampiros existierais de verdad –dijo Tahans.
–Pues existimos –dijo el vampiro.
–¿Has probado la sangre de mucha gente de por aquí? ¿Nos volveremos zombis? –preguntó Tahans.
–Sí, la de un montón de gente. Tranquilo que no tengo ganas de cargar con ningún ejército de no muertos… ya lo hice una vez y nunca más. Te lo consultan todo, no saben nunca qué hacer… es horrible –dijo el vampiro– y sólo te preguntan por el final de los tiempos.
–Tiene que estar bien lo de ser vampiro –dijo Tahans.
–Bueno, tiene días. La comida no te sabe a nada, pero luego sí la percibes en la sangre de la gente. Y se liga mucho, eso es verdad. Pero se está solo en esto –dijo el vampiro.

Tahans se levantó de la cama y se calentó un poco de café al que le añadió un lingotazo para así recuperar un poco el calor perdido.

–Tranquilo. Sólo te he absorbido un litro de sangre. Te levantarás un poco espeso, pero nada más. Aunque a juzgar por el contenido de alcohol que llevabas igual le he hecho un favor a tu hígado –dijo el vampiro.
–Bueno, no te preocupes. No estoy apegado a esas cosas –dijo Tahans.
–No quisiera que pensaras que soy una mala persona por el mero hecho de que haya entrado en tu casa por la ventana y te haya chupado un litro de sangre, me gustaría de algún modo poder explicarte mi situación y mi historia vital, así tal vez puedas llegar a entenderme y quien sabe incluso poniéndote en mi lugar lo veas como algo perfectamente normal –dijo el vampiro.

Viendo que aquello podía llevar un rato aún, nuestro valiente amigo volvió a meterse en la cama.

–Pues no sé, cuéntame lo que sea y veremos –dijo Tahans.
–Vale. Yo no nací siendo un vampiro. Hasta los treinta años fui tan mortal como tú. Vivía en una pequeña ciudad apenas nombrada en los libros de Historia del Imperio Austro-Húngaro, mi nombre era Fritz Von Telecaster. ¿Me sigues?

Pero Tahans no le seguía. Desde hacía un rato se encontraba en brazos de Vigilio el dios del sueño. Ahora incluso empezaba a roncar.
Fritz dudó si despertarle o dejarle dormir, pero mirando la cara de bendito que tenía optó por lo segundo.
Apagó las velas, arropó a Tahans, le dio un beso en la frente y salió por la ventana quizás para no volver, quedándose con las ganas de contar su historia a alguien.

Esto nos demuestra jóvenes lectores, que a veces aunque uno no frecuente sitios raros conoce gente extraña de todas maneras.


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